"el último grito de la moda es tener bebés" dijo ella

Cecilia miró el reloj. Habían pasado 10 minutos desde el toque de queda y no escuchaba ni siquiera el tic tac del reloj. El silencio le indicaba la ausencia de su hija. Rápidamente se acercó a la ventana y corrió las cortinas. Pensaba sorprenderla con el clásico de todos los fines de semana "Llegás tarde, tenías que estar en casa a las once y media".

Pero nada pasó.

Cecilia subió las escaleras y se sentó en el borde de su cama. "¿Creés que sea grave?" le preguntó a su marido, quien respondió pálido con un "Sí" contundente. "Ella no sabe nada."

La preocupación de José comenzó cuando una tarde de domingo, Clarita preguntó por qué su padre era tan injusto al negarle su revista Cosmopolitan de todas las semanas. Clarita lloró, gritó, y pataleó y no quiso comprender que todo eso la hacía más tonta de lo que ya era naturalmente. Clarita pensó que los talibanes eran una banda de rock, recordó en silencio y con disimulo. José evitó hacer evidente su preocupación: suficiente con la de su mujer.

Esa noche, en el ojo de una súbita tormenta hormonal (evidentemente adolescente) Clarita, hija de Cecilia y José, junto con otro sujeto, que padecía -lamentablemente- la misma deficiencia neuronal, engendró esa noche al ser más estúpido del planeta.